Los poemas de Lal Ded, traducidos por Ranjit Hoskote


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Ranjit Hoskote escribe en inglés, vive en Bombay y es un importante crítico de arte y comisario artístico. Pero la primera mención que tuve de él fue cuando obtuvo el Muse India Translation Award, en el año 2012, por su traducción de los poemas de la mística cachemiri del siglo XIV conocida con el nombre de Lalleshwari o Lal Dev. Para ello, Hoskote aprendió la lengua cachemiri, que es la de sus ancestros que emigraron de Cachemira durante la época medieval. Un esfuerzo mayúsculo que ha durado veinte años, y que ha resultado en una brillante traducción, llena de relámpagos, de mística y de brillantez conceptual.


Como señala Sharanya Manivannan en una entrevista de 2011, aunque hubo un personaje histórico con ese nombre, una poeta y mística, los poemas que se le atribuyen fueron compuestos por varias personas durante los siglos posteriores.  Sin embargo, y aun reconociendo este hecho, a Ranjit Hoskote le gusta revindicar la existencia real de una figura de una mujer de enorme talento, versada en las más sutiles indagaciones de la tradición vedanta, shivaísta y yogacara. Algo difícil de concebir para el historiador moderno, presa de sus estereotipos y sus prejuicios. "¿Por qué es tan difícil creer -especialmente cuando ella lo dice de forma muy elocuente- que existió una mujer en el siglo XIV que superó las rigurosas iniciaciones de las tradiciones del Shivaísmo de Cachemira, del Yoga y del Tantra?"


Uno de los rasgos que más atraen de la poesía de Lal Dev es sin duda su radical heterogeneidad en términos de adscripción religiosa o filosófica. Su 'confluencialidad' -el palabro es de Hoskote- rompe las líneas del sectarismo y de la academia, para explorar identidades musulmanas, budistas, hindúes... Una identidad y una(s) cultura(s) híbridas, llevadas al extremo en la poesía de Lal Dev.

Las versiones que os ofrecemos a continuación son traducciones de la versión inglesa editada por Penguin en 2012. La numeración que aparece corresponde a esa edición.



48

No creí en ella ni un momento
pero bebí de un trago el vino de mi propia voz.
Y entonces luché con la oscuridad en mi interior,
la derribé, le clavé mis garras, la hice trizas.


94

Lo más sabio es hacerse el tonto. Con ojos de lince, hacerse el ciego.
De oídos agudos, ser sordo.
Pulido, quedate apagado entre los apagados.
Sobrevive.


95

Mi Maestro me dio una sola regla:
Olvida lo externo, ve al interior de las cosas.
Yo, Lalla, me tomé esa enseñanza muy en serio.
Desde aquel día, he bailado desnuda.








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